Huye de la tiranía de los chats

¿Te acuerdas cuando sólo había teléfono fijo y fax? Tu trabajo, y la vida en general, también eran posibles ¿no?

De esto no hace tanto, pero olvidamos pronto. Ahora no hay (casi) nadie que no conviva con alguna herramienta de comunicación instantánea o, dicho de otra manera, síncrona.

Han hecho una entrada triunfal, y han ido permeabilizando, rápida y constantemente, en nuestras vidas y en nuestras organizaciones. Skype, Hangouts, WhatsApp, Telegram, Slack, etc. Quien más, quien menos, debe lidiar con ellas. Vivimos instalados en una paradoja: al mismo tiempo que reconocemos lo mucho que nos quitan, no sabríamos vivir sin ellas.

Ciertamente, aportan mucho. O eso pensamos. Yo no tengo claro si el balance nos es muy favorable. ¿Hay algo que no se pudiera hacer con el teléfono?

Estamos sometidos a una necesidad «innecesaria» de permanente conexión. Y esta necesidad tiene, además, un efecto colateral, esperamos que los demás también estén siempre conectados. ¿O no te ha pasado a ti que mandas un chat y te quedas esperando una respuesta inmediata? Y encima te enfadas si no llega… Entre otras muchas cosas, nos impulsan al cotilleo, a la chorrada, a alargar innecesariamente conversaciones. Otro efecto colateral, que me parece intuir, es que baja la calidad de nuestras decisiones; ya que por chat las tomamos rápidamente y sin mucha información.

No hace falta que huyamos de ellas, podemos quedarnos con las cosas buenas que tienen. Pero sí que debemos cambiar determinados hábitos y hacer alguna cosa mejor. Y es que en nuestra zona de influencia hay mucho donde podemos actuar.

Estamos sometidos a una necesidad ‘innecesaria’ de permanente conexión

Algunas de estas cosas son:

  • Pregúntate el para qué.
    Lo más importante desde mi punto de vista. No siempre estas herramientas son la mejor opción para lo que pretendes. Una llamada, comentar lo que sea cuando os veáis, escribir un correo electrónico; pueden ser opciones igualmente válidas. Pregúntate ¿tiene que ser ahora y por chat?
  • Usa un lenguaje claro, conciso y directo.
    Empieza contando lo que pretendes. Es muy fácil no explicarse bien o que surjan malentendidos en los chats. Seguro que alguna vez te ha pasado que una cosa muy simple se te ha complicado de sobremanera. También es interesante recapitular, o sea, repetir y concretar en lo que se haya quedado para validarlo.
  • Gestiona bien las notificaciones.
    Hay mucha cosa ya escrita acerca de este tema y no quiero alargarme demasiado, sólo decirte que desactivar los ‘pop-ups’ y sonidos no significa que vaya a ser el fin del mundo. Puedes no tener que estar pendiente, si reservas espacios de tiempo para revisar lo que te ha llegado (al principio cuesta, pero pronto verás los beneficios de hacerlo así).
  • Establece las reglas de juego con tu entorno.
    Y síguelas al pie de la letra, tanto en el papel de emisor, como de receptor. No puedes decir que tú sólo miras el WhatsApp de vez en cuando y exigir que los otros estén al quite siempre. Una regla interesante puede ser que si hay algo urgente, llamarás o pedir que te llamen.
  • Usa los estados adecuadamente.
    Hay herramientas que disponen de la posibilidad de gestionar diferentes estados, por lo que un uso racional y coherente de estos también puede ser de gran ayuda.

Hay otras muchas cosas que puedes hacer, y como siempre, no hay mejor opción que el sentido común. En lugar de dejar arrastrarte por el ímpetu de estas herramientas de comunicación: respira, piensa y controla.

Imagen Chat cortesía de Shutterstock

Jordi Fortuny Baduell

Jordi Fortuny es consultor artesano y nodo de OPTIMA LAB, una red productiva que ayuda a personas y organizaciones a ser más efectivas para lograr sus resultados por medio del aprendizaje basado en la experiencia y nuevas metodologías centradas en las personas.

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