Afilar el hacha eternamente
Hay una parte de mis seguidores a quien tengo etiquetado como «aficionados de la productividad». Son personas que lean todo, que se apuntan a todo, que prueban varias herramientas y que siempre están trabajando en la mejora de su sistema. Confieso, yo también soy uno de ellos.
El problema es que reestructurar tus listas de tareas da un enorme sensación de ser productivo, sin producir absolutamente nada.
Sí, hay que dedicar un poco de tiempo a pensar sobre tu planificación, pero sin pasarse.
Siempre me viene a la cabeza un comentario de un experto en la efectividad (¡certificado!) explicando que dedica un medio de 70% de su jornada laboral a aclarar tus bandejas de entrada. ¿Cómo y cuándo va a recuperar esta inversión?
Sí, hay que afilar el hacha, pero después hay que empezar a talar el árbol.
Si también eres uno o una de estas «aficionados de la productividad», recomiendo que lees este texto de Guía Carmona:
la idea de afilar el hacha tiene todo el sentido y no la rechazo. Lo que me parece peligroso es que tendemos a estancarnos en el concepto de afilar el hacha por lo fácil que es caer en un bucle de perfeccionismo y no empezar a talar el árbol hasta que tengamos el hacha más afilada y más perfecta del universo.