Control y Rumbo
Hay dos maneras de mejorar la productividad personal: puedes intentar hacer las mismas cosas en menos tiempo o puedes elegir las cosas que haces con más inteligencia. En el primer caso estás mejorando la eficiencia de tu trabajo y en el segundo caso hablamos de incrementar la eficacia.
Obviamente, lo mejor es optimizar ambos aspectos de nuestro trabajo, para avanzar hacia nuestros objetivos con el mínimo uso de recursos. No obstante, en la práctica resulta muy difícil cambiar varios aspectos de nuestra manera de trabajar a la vez. Entonces, ¿por dónde empezamos? ¿Qué es más importante, la eficiencia o la eficacia?
El barco se hunde
Para entender nuestra situación, podemos imaginarnos que somos capitanes de un barco. Como capitán tenemos dos responsabilidades: hay que controlar el barco — asegurarnos que el motor funciona bien, que tenemos suficiente comida, que la tripulación sabe qué hacer, etc. — y además hay que mantener el rumbo — verificar la brújula, planificar la ruta, etc.
Si nuestro barco se encuentra en una tormenta y se está hundiendo — algo parecido a la situación de muchos profesionales — queda claro qué tiene la prioridad en este momento: recuperar el control del nuestro barco. Cuando estaremos fuera de la tormenta, volveremos a ocuparnos de la ruta correcta.
Primero control, luego objetivos
Cuando queremos mejorar nuestra productividad personal, habitualmente empezamos a fijarnos objetivos. El problema es que para poder llegar a estos objetivos, hay que definir proyectos y crear más tareas. Si ya tenemos demasiado trabajo, queda claro que crear más tareas para cumplir nuestros objetivos no es la solución. Si queremos definir metas, primero necesitamos controlar nuestras vidas para tener espacio de maniobra.
En caso que nos falta ambos eficiencia y eficacia es mejor trabajar primero la eficiencia — el control — sin olvidar que más tarde hay que pensar también en el rumbo de nuestra vida.