El sacrificio productivo
Todos recordamos aquellas civilizaciones ‘primitivas’ que ofrecían sacrificios a sus dioses (mala época para ser virgen…)
Actualmente, nuestras organizaciones no se han atrevido a llegar tan lejos (oigo una voz sarcástica que susurra “dales tieeeeempo”). De todas maneras, a veces se reproducen esos momentos de ceguera dónde en aras a conseguir algo difícil, ofrecemos a unos dioses desdibujados (alta dirección, accionistas…) todo tipo de ‘ofrendas’.
La más habitual es la ofrenda de la productividad.
Comparado con la virgen, parece poco, pero su importancia es enorme, ya que no ofrecemos solo la productividad propia, sino también la ajena. ¿Analizamos sistemáticamente hasta qué punto estamos perjudicando la productividad de todos a los que llamamos a filas en aquellas reuniones que convocamos? ¿Todos los convocados son imprescindibles? ¿La reunión también lo es? ¿Realmente no la puedo sustituir por otro medio?.
En el momento de plantearme la reunión, esa cuestión debería ser obligatoria.
Pero también lanzo un par de llamadas al participante:
- Si no ves clara la necesidad de asistir a una reunión y evidentemente, decirle al convocante que crees que no es necesaria tu presencia, te parece una conversación de alto riesgo (y lo es!), opta por la pregunta ‘ingenua’: “para poder prepararme mejor la reunión ¿qué necesitas que aporte exactamente…?”. La respuesta a menudo va acompañada de un “nada en concreto, pero estaría bien que vinieras…”. Aquí te resultará más fácil escaquearte de esa reunión improductiva.
- Una interrupción para asistir a una reunión, provoca siempre la obligación de reanudar posteriormente aquello que dejamos sin terminar. En algunas ocasiones, por el tipo de acción o tarea, no es posible reanudar y necesitamos reiniciar… Antes de una reunión, evita iniciar tareas cuya interrupción menoscabe tu productividad de manera tan letal.
No dejes que nadie (y tú menos!) sacrifique tu productividad.
Imagen Sacrificio cortesía de Shutterstock