El miedo al rechazo (y tu productividad)
Hace 28 días que me llegó la convocatoria de Jeroen de escribir una entrada invitada para El Canasto. Desde hace 28 días que le estoy dando vueltas, analizando, pensando, postergando, procrastinando.
Utilizo Boomerang For Gmail para programar los correos que quiero volver a recordar en otro momento. Es una forma de convertir la bandeja de entrada en una lista de tareas. Si hoy no me da tiempo para escribir el artículo, lo puedo recordar dentro de cuatro días. Y otra vez dentro de dos días. Vale, dentro de cuatro. Pasado mañana sí que me pongo.
Y de repente han pasado 28 días y la hoja en blanco me mira con desdén.
La productividad derivada
No es que no haya hecho nada durante estos 28 días. Muy por el contrario: he reorganizado mi despacho. He gestionado todas las cajas aún pendientes de la mudanza. He preparado el viaje a Alemania. He traspasado una empresa y cerrado una tienda. He buscado, encontrado y contratado una nueva AuPair. He instalado las manillas de las puertas de casa.
He realizado todo tipo de tareas pendientes, online y offline. Todo para tener una excusa por la que puedo dejar este artículo para mañana. Procrastinar en mi caso significa dedicarme a otras cosas para crear la excusa perfecta: de tanta productividad no tengo tiempo para escribir sobre la productividad.
Es una excusa. Una excusa conveniente para cubrir los miedos de una persona exigente consigo misma.
La perfección como excusa
Tengo miedo: miedo de no estar a la altura, miedo de que mis escritos aburren, miedo de explicar algo que todos ya saben. Tengo miedo de parecer un fraude, así que decido esperar. Si el requisito es la perfección, la mejor defensa es no hacer nada hasta que el tiempo anule las oportunidades. A lo mejor mañana estaré más inspirada.
Mañana está al lado del País del Nunca Jamás. Sus ciudadanos son una mezcla variopinta de oportunidades, objetivos, peticiones y promesas. Tienen muchas ganas de salir del ámbito de la imaginación y de conocer el mundo real. Pero sin el pasaporte de la acción no hay cómo salir del país de Mañana.Y el requisito oficial para este pasaporte es la perfección.
Bailar con el miedo
Dediqué mucho tiempo y energía a buscar una solución al miedo: ignorarlo, esquivarlo, camuflarlo, esconderlo. Siempre volvió. Se presenta en las situaciones más inoportunas — por ejemplo cuando me queda apenas un día para enviar un artículo invitado a un blog que admiro.
Así que he tenido que cambiar de estrategia. Si el miedo no se quiere ir, tendré que hacerlo mi aliado. Cuando empiezo a procrastinar, a dejar las cosas para otro momento por miedo de cagarla — ¡entonces estoy haciendo algo bien! Cuando siento miedo de no cumplir con mis propias exigencias, significa que estoy consiguiendo aquello que antes me parecía inalcanzable.
Crecer significa enfrentarse con lo desconocido. Lo desconocido da miedo.
A por ello.
Ahora.
Imagen Gato cortesía de Shutterstock