Cómo dejar de llegar tarde hasta a tu propio entierro
Ruben nos comparte una experiencia negativa con una reunión:
Mi error fue fiarme de mi memoria y no consultar el calendario, pensando que el inicio de la reunión estaba fijado para media hora más tarde (la hora habitual, ya que era una reunión periódica) del inicio real.
Está bien confiar en el sistema pero no tanto como para ni siquiera consultarlo.
La consecuencia fue clara: veinte minutos de retraso por mi culpa (en mis mundos de fantasía llegaba diez minutos antes) y pérdida de tiempo total para los cinco asistentes. Eso, en la parte evidente. En lo intangible, podemos sumar que si quieres mantener la hora de fin de la reunión (otra ‘ley’ permanentemente mancillada) tienes o que correr más, resintiéndose la calidad de la presente, o convocar una nueva reunión. En todos los casos nadie gana y todos perdemos.
Creo que alguna vez ha pasado a todos, pero ¿cómo podemos evitarlo? Ruben explica la solución es su artículo.