3 maneras sencillas de aplicar la productividad a nuestra rutina diaria
Productividad. Esa palabra que muchas personas escuchan e inmediatamente asocian con algo complejo, distante y ajeno a su cotidianidad. Este concepto tan estudiado en seminarios, en congresos y tan documentado en los libros, tiende a ser asociado con algo sofisticado y con un ‘concepto del siglo XXI’.
Con esto en mente, suena como un tema que requiere de mucho estudio o al que habría que dedicarle un buen tiempo para ponerlo en práctica o por lo menos para entenderlo.
Lo que no tienen presente estas personas es que es posible entender este concepto y aplicarlo a nuestra vida diaria, sin necesidad de ser grandes expertos en el tema. Es posible aplicarlo a nuestras actividades cotidianas.
¿Cómo lograrlo?
Lo primero es dejar de ver el concepto como algo lejano y ajeno. Hay que dejar de creer que el concepto está reservado para las empresas o para las personas que se han dedicado a estudiarlo. Todos tenemos las herramientas para poner en práctica la productividad. Una vez interiorizada esta premisa, el concepto empezará, cada vez más, a hacer parte de nuestra cotidianidad y será más fácil ponerlo en práctica. Si logramos esto, eliminaremos ese ‘bloqueo’ que tenemos con la palabra y empezaremos a entender que puede hacer parte de nuestra rutina diaria.
La clave del éxito de muchas empresas e individuos radica precisamente en eso, en lograr transmitirle a las personas la simplicidad en los conceptos y que logren aplicarlos a sus actividades diarias y que hagan parte de su entendimiento cotidiano.
Lo anterior será el punto de quiebre para poder explotar al máximo este concepto de ‘productividad’. Lograr entender que ésta se puede aplicar a todo lo que hacemos diariamente, y ser conscientes de que cualquier actividad o tarea es susceptible de ser medida, y por tanto, de ser mejorada, es lo que nos permite observar que la productividad no requiere de grandes cambios o de grandes actividades para aplicarla.
Ahora que sabemos que cualquier tarea, por pequeña o insignificante que parezca, puede ser medida y mejorada, todo empieza a tomar un nuevo contexto. Es posible ser más eficientes (y por tanto más productivos) cambiando pequeñas situaciones y pequeños hábitos en nuestro día.
Tomemos como ejemplo a las grandes empresas. Éstas se han dado cuenta que muchas veces el ahorro y la eficiencia en recursos y en tiempo no provienen de grandes cambios, sino de pequeñas modificaciones en las rutinas y en los procesos, que al sumarse, pueden hacer la diferencia. Todo en términos de cómo aprovechar mejor nuestro tiempo y nuestros recursos. Un buen manager siempre cuantifica las pérdidas de tiempo y el costo de oportunidad en el que incurre por no tener planes para aplicar la productividad.
Cuando entendí esto, me di cuenta que muchas veces la ‘parálisis’ en que incurrimos al dejar de hacer las cosas y al no hacer lo necesario para emprender los cambios que necesitamos en nuestra vida, es porque asociamos estas mejoras con algo grande, difícil, largo y tedioso. Por ende, nunca terminamos haciéndolos.
Pequeños cambios pueden generar grandes resultados
En el transcurso de este año, he tenido mejoras en mi vida diaria tan sólo por ser consciente de que mis recursos son finitos, por dejar de pensar en el mañana y enfocarme en aprovechar los recursos que tengo disponibles hoy. Mañana no habrá certeza de nada, nunca sabremos si mañana podremos aprovechar esos recursos, de manera que el momento para empezar es HOY.
Con cambios sencillos en la rutina diaria, el paso del tiempo se irá encargando de ir ‘apilando’ y sumando estos cambios que en el largo plazo generarán grandes resultados. Por ejemplo:
- Ser consciente de los tiempos muertos.
Al igual que en las grandes empresas, la eficiencia se logra cuando logramos estar conscientes que en cualquier proceso que hagamos van a existir tiempos muertos. Una vez detectados, podremos empezar a evaluar cómo optimizarlos, disminuirlos o eliminarlos. - Ser consciente de las actividades que no generan valor.
En el fondo, sabemos que en nuestro día a día hay muchas actividades de las que hacemos que no nos generan valor, pero por una u otra razón, no somos capaces de eliminarlas o no somos conscientes de que existen. La idea es concientizarnos de la presencia de esas actividades, y adoptar modelos y procesos que nos ayuden a detectar esas ‘fugas’ o estancamientos de valor. - Entender que el recurso más importante no es el dinero sino el tiempo.
Los dos recursos son muy importantes, y el buen aprovechamiento del tiempo sin duda aumentará la productividad, lo que a su vez genera mejores resultados económicos.
Puede que gastar un centímetro cúbico más de plástico en fabricar una botella no haga diferencia. Puede que tampoco haya diferencia cuando se fabrican 50 botellas. Pero las empresas exitosas piensan en el largo plazo, y tienen en cuenta la escala. Muy seguramente, un ahorro de un 5% o 10% en el plástico utilizado al producir 500.000 botellas sí hará diferencia y se verá reflejado en sus resultados financieros.
No subestimes los pequeños cambios. Muy seguramente una pequeña modificación en tu rutina diaria no tendrá ningún efecto notorio en una semana o en un mes. Pero tal vez te lleves una sorpresa luego de seis meses o de un año de haber tomado la decisión de aplicar la productividad en tu vida.
Imagen Agenda & Laptop cortesía de Shutterstock