Un día en la vida de un GTDista
¿Qué hago? Ésta es, seguramente, la pregunta que me repito más veces al día, de manera consciente o inconsciente, y en diferentes formatos, dependiendo de si estoy trabajando, disfrutando de un día de vacaciones o aburrido en mi casa: ¿Qué me apetece hacer? ¿Qué es que lo necesito hacer? ¿Qué debo hacer?
Tengo que ir al gimnasio, visitar a mi hija, lavar el coche, escribir un post para El Canasto, comprar lentillas, terminar de desarrollar la opción de adjuntar notas a las tareas en FacileThings, preparar una nueva campaña de marketing para Latinoamérica, buscar una información concreta sobre contabilidad financiera…
Como buen GTDista, tengo siempre una lista completa y actual de todas las acciones que podría hacer en este momento. Algunas de ellas me ayudarán a avanzar en mis proyectos y otras serán simples acciones que me permitirán mantener el nivel que quiero en mis áreas de interés.
Tener un inventario claro de todas mis próximas acciones me permite contemplar todas las posibilidades tranquilamente, sabiendo que no me dejo nada. Algunas acciones tienen un compromiso de fecha y hora, así que claramente iré al gimnasio a las 12:00 y a ver a mi hija a las 17:00. El resto, las haré cuanto antes, siempre que me encuentre en el contexto adecuado. Como tengo de coger el coche para visitar a mi hija, pasaré por la máquina de lavado, y cuando esté paseando con ella, entraremos un momento en la óptica y comparé mis lentillas. El post para El Canasto debería estar listo antes del día 24, que es cuando Jeroen vuelve de vacaciones, así que parece la opción más adecuada ahora mismo, ya que estoy delante de mi iMac y son todavía las 9:30. Cuando vuelva de ver a María, puede que trabaje un rato en FacileThings… o no. Ya veremos cómo están las cosas (y yo) a las 20:00 horas.
Al final, cada día se convierte una sucesión de pequeñas—y no tan pequeñas—decisiones sobre qué acciones voy a llevar a cabo y cómo. Muchas de mis acciones diarias no requieren ningún tratamiento especial, porque son rutinarias (como comer o comprobar el email) o porque actuaré de manera reactiva en cuanto surja la necesidad (como poner gasolina al coche). Para el resto, tener un sistema que me recuerde y me presente todas mis opciones—algunas no son tan obvias—, es fundamental para poder ser productivo y mantener en todo momento una sensación de control.
Cuando empiezas a implementar GTD, el mayor reto está en dominar el día a día, a nivel de acción. Entenderlo, practicarlo y asimilarlo me costó un importante esfuerzo inicial. Pero si llegas a controlarlo, también ahí encuentras la mayor recompensa. Hacer las cosas, ser efectivo, ejecutar, es una habilidad absolutamente esencial hoy en día. Para todo.
Tener un inventario completo de mis acciones me permite pasar dos horas cada mañana en el gimnasio sin ningún tipo de remordimiento. Sé que tengo muchas cosas que hacer, pero también sé cuáles son esas cosas. Siempre que elijo hacer algo, también estoy eligiendo no hacer otras cosas; y puesto que todas las acciones de mis listas están alineadas con mis objetivos y áreas de responsabilidad, son todas importantes. Ir al gimnasio no es ninguna frivolidad, porque quiero disfrutar de una buena salud que me permita tener una vida digna cuando tenga 80 años. ¿Te parece eso una chorrada?
Así elijo mis acciones cada día. No hay prioridades 1, 2 y 3. Trato de que mis listas estén completas y elijo lo que creo más adecuado en cada momento. Si aparece algo nuevo, reorganizo mis tareas y mis prioridades, renegocio mis compromisos con los demás y conmigo mismo, y recupero rápidamente el equilibrio.
Pero todo esto es posible porque, previamente, he definido cuáles son mis áreas de responsabilidad y mis objetivos a largo plazo. Mis acciones están orientadas a lograr unos resultados mayores. Solo así puedes hacer que tomar decisiones cada día sea sencillo.
Ir al gimnasio, hecho. Visitar a mi hija, hecho. Lavar el coche, hecho. Comprar lentillas, hecho. Escribir un post para El Canasto, hecho.
Mañana será otro día…